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La pobreza no se revierte con políticas sociales, sino con las económicas.

El diario La Nación expresa que el Presidente Macri se reunió con el gabinete social y algunas ong's para analizar el impacto del ajuste y plantear una serie de políticas sociales para atenuarlo. La nota completa pueden leerla acá.

No obstante, como buen político neoliberal, Macri tiene una importante confusión: no son las políticas sociales las que combaten la pobreza. Son las económicas las que la generan o disminuyen.

La lectura del artículo remite directamente a la teoría del derrame: primero, tiene que crecer la economía y luego el crecimiento "derramará" beneficios a toda la población, lo que reducirá la pobreza. Malas noticias. El vaso parece estar hecho de algún material biológico que le permite crecer a medida que aumenta su contenido. Nunca se produce el publicitado derrame.

Les copio aquí un apartado de mi libro "Votos, chapas y fideos: clientelismo político y ayuda social" (Editorial De la campana, 2002). Mientras aún sufríamos las consecuencias del neoliberalismo menemista decía respecto de la relación entre políticas económicas y políticas sociales lo siguiente:


"Políticas sociales y economía:
Para la estrategia neoliberal hegemónica la lucha contra la pobreza y la desigualdad debe realizarse mediante instrumentos ajenos a la política macroeconómica. Esta, afirman los neoliberales, “no debe utilizarse directamente con fines sociales”. La política económica neoliberal, con su confianza ilimitada en la acción del Mercado y su otorgamiento de un papel subsidiario al Estado, subordina a sus decisiones todas las demás cuestiones y de esta forma asume la orientación de los objetivos que se plantea un determinado país. Así el país se encamina hacia el destino señalado por las ideas económicas hegemónicas.  Las políticas sociales, entonces, “no pueden ser más que un derivado de lo económico. La reducción de la pobreza y de las desigualdades sociales es concebida, a un tiempo, como un simple subproducto, que el día de mañana será la consecuencia de los equilibrios y el crecimiento recobrados gracias al libre funcionamiento de la economía de mercado: ‘el buen funcionamiento de los mercados engendra a menudo y de forma natural una mayor justicia social’,escribe el Banco Mundial” (Salama y Valier; 1996:131). Aunque se sabe sobradamente que el crecimiento económico no asegura per se la resolución del problema de la pobreza, tal como lo demostraron numerosos países, sin ir más lejos  la Argentina de los años menemistas.

Así las políticas sociales se transforman en meros apéndices de las económicas, cuyas principales funciones tienen que ver con atenuar o mitigar los efectos “disfuncionales” del neoliberalismo económico. Comienzan de esta forma a aplicarse en todos los países del Tercer Mundo, bajo la atenta mirada de los organismos internacionales, recetas que apuntan a atenuar la pobreza. La privatización y focalización de las políticas sociales se torna un paradigma a ser ejecutado en la mayoría de los países pobres. Tras una década de aplicación literal de los planes de los organismos internacionales, las políticas sociales argentinas se subordinaron absolutamente a la orientación de las políticas económicas. El ajuste permanente a que éstas las someten no hace otra cosa que tornarlas más impotentes aún.

O’Donnell (1997:343/344) señala una tarea pendiente para los cientistas sociales en este sentido: “todavía no hemos estudiado suficientemente las relaciones entre esas políticas (las sociales), por un lado, y el grado y las maneras en que su implementación entrañaría modificaciones en el contenido y la orientación de las políticas económicas, por el otro. (...) Es hora de que la política social recupere un grado considerable de autonomía en relación con la política económica. Ninguna persona razonable discute hoy que incluso para lograr la eficacia en la esfera social se necesitan los recursos resultantes de políticas económicas inteligentes y responsables. Pero en los últimos tiempos la política económica ha soslayado por entero la dimensión social, la ha abordado exclusivamente en términos de sus consecuencias económicas (por añadidura estrechamente definidas) o ha prestado atención a las cuestiones sociales sólo cuando éstas parecieron poner en peligro el logro de los objetivos económicos. Ninguna sociedad decente se construyó jamás sobre una base tan unilateral”.
                                                                         
Es útil detenerse en los objetivos planteados para las políticas sociales. Es un error común pensar que se implementaron con la intención de terminar con la pobreza. Más allá de los discursos de los respectivos gobiernos de turno, no fue ese el objetivo principal que impulsó la aparición de las políticas sociales. Existe entre los estudiosos de este campo una antigua discusión sobre cómo considerar a las políticas sociales: si como resultado de la concesión de los sectores poderosos, como resultado de las luchas reivindicatorias de los trabajadores o como un complejo entramado de las dos anteriores posibilidades. Dicha discusión excede largamente el marco de este trabajo, pero es útil tenerla presente al hablar de las políticas sociales y sus objetivos. De haber sido el gran objetivo de las políticas sociales la terminación de la pobreza, se encontraría una brecha entre lo declamado y las acciones ejecutadas a lo largo de la historia del país, desde la creación de la Sociedad de Beneficencia hasta la fecha. Más aún, el objetivo de terminar con la pobreza excede al campo mismo de las políticas sociales, y debe plantearse también como una meta de otras políticas, muy especialmente de la actualmente todopoderosa economía. Pretender que una serie de programas fragmentados y crecientemente desfinanciados pueda acabar con las desigualdades sociales es, en algunos, una ingenuidad y, en otros, una manera de responsabilizar a las mismas políticas sociales por los efectos de la política económica.
                                                                         
Las prácticas políticas de asistencia, como parte integrante de las políticas sociales, sufren más descarnadamente este tipo de consecuencias. Históricamente la asistencia social sólo fue un grupo fragmentado de planes y programas destinados a los sectores que no accedían al mundo del trabajo. La asistencia se estructuró alrededor de una población objetivo de pobres sin posibilidad de ingresar al mercado laboral, esto es, principalmente mujeres, niños y discapacitados. Así la relevancia que las políticas de asistencia adquirieron fue relativa, ya que el sistema de políticas sociales tenía su eje en quienes habían accedido al mercado en calidad de trabajadores". (Extraído de Votos, chapas y fideos)

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