Esta crónica fue finalista del Concurso Federal de Relatos que realizó el Ministerio de Cultura de la Nación en el año 2015. Era 1949. Nicanor Sosa, vestido con sus eternas prendas de Grafa azul, subió el último bulto al carro. Lo aseguró con una soga para no perderlo en el vaivén. Con algo de tristeza que en décimas de segundos mutó en alegría cerró el candado del ranchito: ya no volvería a ser la morada de su familia. Rosa y las chicas vivirían mucho mejor. Se sentó en el pescante, pasó la mano derecha por sus bigotes renegridos y dio rienda al matungo. Se mudaban. A la casa propia. La que con Rosa habían soñado tanto. La que, como el horizonte, parecía alejarse a medida que se avanzaba hacia ella. No era necesario soñar más. Faltaba trasladar esos pocos paquetes e iniciar la nueva vida. Perdió una lágrima, no supo si por nostalgia o alegría. Nicanor podía parecer algo duro y lejano, como casi todos los hombres de la época, pero se permitía una sensibilidad aún infrecuente...
Notas de política, sociedad y cultura.