Un uso marketinero sin sustento conceptual
¿El voto electrónico terminará con el clientelismo?
Por Pablo Torres
El procedimiento utilizado para emitir el voto no mantiene relación
con el fenómeno del clientelismo político. Este no se verá afectado por el voto
electrónico, el que le será prácticamente indiferente. Funcionarios del
Gobierno Nacional, por el contrario, se esmeran en afirmar que el voto
electrónico disminuirá el clientelismo, en declaraciones que sólo tienen que
ver con el marketing político y no con lo que pueda ocurrir en la realidad. Por
otra parte, el clientelismo sí se está beneficiando del vaciamiento de
programas sociales, del aumento de la pobreza y de la retirada del Estado de la
contención social. En otras palabras, el Gobierno mantiene un discurso de
confrontación con las prácticas clientelares pero en los hechos contribuye a su
fortalecimiento.
Unos días antes de la elección de 2015, como
todos los años, Mary también visitó a Marcela y a otra decena de vecinos del
barrio. Marcela recibió la boleta electoral. Pero no podemos saber si finalmente
votó al candidato que apoyó Mary. Posiblemente lo haya hecho, tal vez no porque
se lo haya pedido Mary, o tal vez sí. Los motivos que impulsan a un ciudadano a
votar a un candidato son tan variados, como válidos.
Mary también vendrá unos días antes de las
próximas elecciones. Pero antes de eso, pasará casi todas las semanas por el
barrio, los vecinos la esperarán “a la pasada” si tienen una consulta o un
problema de los que Mary suele solucionar.
Mary es lo que llamamos “una puntera
política”. Resuelve problemas cotidianos de múltiples ciudadanos pobres que no
pueden hacerlo por sí mismos. Luego trata de que esas personas voten a su
partido o su candidato.
Algunos políticos que desconocen la
naturaleza de la relación entre un puntero político y sus clientes creen que el
voto electrónico es una herramienta válida en la lucha contra el clientelismo.
Lamentamos decirlo pero no es así.
El voto electrónico no acabará con el
clientelismo por una razón muy sencilla: el clientelismo tiene poco que ver con
el procedimiento que se usa en la votación. Son fenómenos que transitan por
carriles paralelos, y si bien el clientelismo se relaciona con el voto, no
necesariamente tiene que ver con el
momento del voto.
Ahí está la confusión. La forma en que se
vota no está relacionada con el fenómeno del clientelismo político. Pretender
terminar con el clientelismo cambiando el procedimiento del voto es usar una
herramienta que nada tiene que ver con el objetivo que se busca. Algo así como
tratar de cortar el césped utilizando un destornillador.
No analizaremos aquí ni las bondades ni los
defectos del voto electrónico, sólo nos detendremos a explicar que su
aplicación no es pertinente ni cambiará en nada la perniciosa práctica del
clientelismo.
Es curioso que funcionarios como Adrián
Pérez, Secretario de Asuntos Políticos del Ministerio del Interior de la
Nación, encargado del tema de la reforma política, que incluye el voto
electrónico, haya afirmado en entrevista al Diario La Nación que “la boleta única electrónica termina con las
prácticas clientelares que suele originar la boleta de papel por partido”[i].
Las prácticas clientelares no son originadas por la boleta de papel, tienen
motivos más profundos y estructurales.
Estos funcionarios demuestran un
desconocimiento total de lo que implica el clientelismo. La relación clientelar
ni comienza ni termina con la entrega de una boleta en papel, incluso en muchas
ocasiones esto es innecesario, hasta superfluo. La relación clientelar entre el
puntero y sus clientes es una relación anclada en el tiempo, que generalmente
dura muchos años, donde el puntero va resolviendo distintos problemas
cotidianos de sus clientes: un turno al médico, medicinas, alimentos, acceso a
programas sociales, acceso a puestos de trabajo para algún miembro de la
familia, entre muchos otros.
Esa relación fortalecida por el conocimiento
mutuo no se verá cortada porque el procedimiento de votar sea mediante una
computadora. La imagen de Mary entregando a Marcela la boleta de su partido no
existirá más, pero Mary visitará a sus clientes el día previo a la elección,
les contará que ahora se vota distinto, les explicará quién es su candidato y
les pedirá que lo voten. Ellos evaluarán la situación, como siempre, y
decidirán su voto. El que no exista una boleta de papel entregada en la mano
será un detalle superfluo que no incidirá.
El voto será electrónico, pero Mary
continuará recorriendo el barrio, consiguiendo la leche para el recién nacido,
la pensión para el discapacitado, el turno para el hospital inaccesible. El
voto electrónico es sólo un procedimiento para realizar los comicios, que
suceden cada dos años; el clientelismo sucede cotidianamente. No es un momento
cada dos años, son muchos momentos que se repiten cada vez que una familia
humilde tiene una necesidad que no puede resolver por si misma. Ahí aparecen
“las Mary”. Y no dejarán de aparecer porque no haya boletas de papel en los
cuartos oscuros.
Incluso puede servir para perfeccionar los
clientelismos más densos y otras acciones tales como la compra de voto o el
control de a quién vota el ciudadano. Daniel Penazzi, matemático y criptógrafo
de la Universidad de Córdoba agrega algunos elementos: “un investigador demostró que con el sistema de Buenos Aires se pueden
comprar votos muy fácilmente. Ese modelo usa un chip que se puede leer. Alguien
va con un celular de alta gama, con un programa que se baja de internet, y lee
el chip. Se pone el celular en el bolsillo, genera el voto, lo acerca al
celular y le queda grabado el voto en el aparato, para mostrarlo al puntero. No
elimina para nada el clientelismo. Lo favorece y lo simplifica”[ii].
El clientelismo político disminuye cuando el
Estado se expande con fuerza por todo el territorio nacional, desplegando
políticas públicas universales y reduciendo la capacidad de intermediación de
los punteros políticos. La Asignación Universal por Hijo (AUH) es tal vez el
programa ejemplo que debe tomarse para avanzar contra el clientelismo político.
Un programa universal que se gestionaba desde las oficinas institucionales del
ANSES sin la necesidad de intermediarios.
Es paradojal que un gobierno que hace
retroceder la presencia activa del Estado, desfinanciando numerosos programas
sociales utilice discursivamente como herramienta de marketing contra el
clientelismo el uso del voto electrónico[iii].
El clientelismo político no se verá afectado
por la reforma política que impulsa el macrismo. El voto electrónico no acabará
con el clientelismo, es muy posible incluso que ayude a perfeccionarlo. Mary
volverá a recorrer las viviendas de sus clientes en los días previos a la
próxima elección, que no les entregue una boleta de papel, será sólo una
anécdota.
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