"Yo, Daniel Blake" es una película inglesa, dirigida por Ken Loach, que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Recomendable, pueden verla online aquí, cuenta la historia de un carpintero que debido a un problema de corazón no puede continuar trabajando, para lo cual se acerca a los Servicios Sociales ingleses a solicitar una pensión por su discapacidad. Allí se cruza con una mujer, y sus hijos, que también lidian con el sistema de ayuda social, construyéndose la historia que Loach cuenta.
No es la idea evaluar los méritos cinematográficos de la película aquí, sino reflexionar sobre la re-victimización que padecen muchas personas que deben recurrir a solicitar ayuda social del Estado. Casualmente la película fue estrenada en Buenos Aires cuando la ANSES Argentina solicitaba a miles de viudas que debían realizar un trámite para demostrar su viudez. Así numerosas ancianas, algunas ayudadas por sus hijos, debieron revolver entre papeles viejos y recuerdos dolorosos, para encontrar los certificados de defunción de sus maridos, algunos muertos varias décadas atrás.
La casualidad no era tal, por supuesto. Los sistemas de ayuda social desde la mirada liberal (inglesa o macrista, cambia poco, aunque allá las prestaciones son mejores) requieren al pobre demostrar su pobreza, al mismo tiempo que interpone numerosas trabas burocráticas para abonar la menor cantidad de prestaciones posibles. El objetivo no es mejorar la vida de los más débiles, sino ahorrar dinero del Estado (mucho menos dinero que el que luego se deja ir vía eliminación de retenciones a las mineras y las agropecuarias o por fuga de capitales). Daniel Blake lo descubre con dolor durante el filme: a los conservadores ingleses sólo les interesa ahorrarse el monto de su pensión por discapacidad.
La otra figura que el neoliberalismo impulsa en sus esqueléticas políticas sociales tiene que ver con la figura del "pobre merecedor". El domesticado, el sumiso, el no reivindicador de derechos tiene algunas (no muchas) más posibilidades de obtener ayuda del estado liberal. Daniel Blake no lo es. Como si hubiera leído el apotegma de Eva Perón sobre las políticas sociales: "donde hay una necesidad, hay un derecho". Los neoliberales no creen en ciudadanos, portadores de derechos, sino en vecinos, como puede comprobarlo cualquiera que escuche durante cinco minutos a un dirigente PRO. La palabra vecino brota repetidamente de sus bocas. Nunca escucharán el vocablo ciudadano, por supuesto, decirlo implicaría, reconocer que existen personas que tienen derechos, y éstos pueden ser reclamados.
"Yo, Daniel Blake", de Ken Loach, visita estas problemáticas, es un ejercicio útil verla pensando en ellas.
No es la idea evaluar los méritos cinematográficos de la película aquí, sino reflexionar sobre la re-victimización que padecen muchas personas que deben recurrir a solicitar ayuda social del Estado. Casualmente la película fue estrenada en Buenos Aires cuando la ANSES Argentina solicitaba a miles de viudas que debían realizar un trámite para demostrar su viudez. Así numerosas ancianas, algunas ayudadas por sus hijos, debieron revolver entre papeles viejos y recuerdos dolorosos, para encontrar los certificados de defunción de sus maridos, algunos muertos varias décadas atrás.
La casualidad no era tal, por supuesto. Los sistemas de ayuda social desde la mirada liberal (inglesa o macrista, cambia poco, aunque allá las prestaciones son mejores) requieren al pobre demostrar su pobreza, al mismo tiempo que interpone numerosas trabas burocráticas para abonar la menor cantidad de prestaciones posibles. El objetivo no es mejorar la vida de los más débiles, sino ahorrar dinero del Estado (mucho menos dinero que el que luego se deja ir vía eliminación de retenciones a las mineras y las agropecuarias o por fuga de capitales). Daniel Blake lo descubre con dolor durante el filme: a los conservadores ingleses sólo les interesa ahorrarse el monto de su pensión por discapacidad.
"Yo, Daniel Blake", de Ken Loach, visita estas problemáticas, es un ejercicio útil verla pensando en ellas.
Comentarios