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La changa como horizonte (con suerte)

En la estructura mental y simbólica del peronismo el trabajo y sus hacedores, los trabajadores, siempre ocuparon un lugar privilegiado. De hecho, la célebre marchita "Los muchachos peronistas" no eleva a Perón al rango de estadista sino lo ubica como "el primer trabajador".

Así, para el primer peronismo, el líder ocupaba el rango de primer trabajador en un universo donde había pleno empleo, y las políticas sociales se articulaban para aquellos que no podían trabajar (los niños, los ancianos y los discapacitados) y, en un segundo grupo, como complementos del salario (vacaciones, jubilación, licencias por enfermedad, en general derechos laborales).

Después desde la Revolución Libertadora hasta el liberalismo en su versión menemista fueron poco a poco deteriorando aquellas conquistas cristalizadas durante los años del primer peronismo, aunque chocaban con la resistencia de los trabajadores organizados.

El pleno empleo se transformó en apenas un bello recuerdo. 

La desocupación trepó a niveles récords durante el gobierno de Menem y de la Alianza. Entonces empezó a haber trabajadores registrados, trabajadores informales y trabajadores desocupados, con lo que las políticas sociales no alcanzaban con complementar los ingresos de los trabajadores formales (que eran los menos).

Fue necesario abordar el problema de los trabajadores sin trabajo. Así nacieron los llamados Planes Trabajar y varios por el estilo.

El peronismo, en su versión kirchnerista, trató de recuperar el terreno perdido: bajó la desocupación, creó trabajo registrado, posibilitó el blanqueo de otros trabajadores (como las empleadas domésticas) pero no alcanzó los niveles del primer peronismo. 

La desocupación bajó, pero el empleo creado no tenía la calidad del que había sido destruído en las décadas anteriores, la informalidad laboral se resistió a ceder.

Las políticas sociales kirchneristas se centraban en el mismo paradigma que las del primer peronismo: complementar los ingresos de los trabajadores registrados. 

Inicialmente el kirchnerismo se resistió a implementar un programa de ingreso universal, hasta que comprendió que el trabajo registrado no llegaría a los niveles de pleno empleo, que la informalidad seguía siendo alta y la desocupación se mantendría en niveles del 5 al 10 %. Recién ahí, implementó la más novedosa de sus políticas sociales: la Asignación Universal por Hijo.

Del peronismo, que llamó primer trabajador a su líder, al macrismo gobernante que avanza en una nueva ronda de políticas neoliberales hay un importante salto cualitativo.

Resulta curioso que lo verbalice, pero todos sabíamos que forma parte del imaginario gubernamental. 

La ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, publicó un tweet que deja ver lo profundo de su pensamiento. En el tweet (ver imagen) se publica la foto de un hombre que improvisó una parrilla en la puerta de su casa para venderle a los vecinos de su barrio.

El tweet de Stanley que luego borró
Stanley lo pone como ejemplo. Tal vez lo sea, un laburante que se empeña en conseguir el mango, es algo valioso. 

Pero si miramos lo que implica que una ministra del Gobierno Nacional ponga como ejemplo de trabajo a alquien a quien las circunstancias lo obligaron a ganarse el mango con una changa no tenemos menos que pensar en las implicancias.

Stanley nos propone la changa como horizonte.

No promete trabajo registrado, en blanco, con derechos sociales. Parece insinuar que de eso no hay para todos. Y no habrá. El Indec informó que en la provincia de Buenos Aires el desempleo es del 10.7 % y el subempleo del 12.4%, y descienden respecto de 2016 porque menos gente busca trabajo, desalentada por no encontrarlo.

El emprendedorismo que fomentan tiene que ver con el ingenio de algunos para lograr un mango sin necesidad de reclamar derechos al Estado.

Stanley nos dice que si no tenemos trabajo hay que agudizar el ingenio. Que las políticas económicas no tienen nada que ver con la imposibilidad de conseguir empleo. El problema del empleo no es problema de políticas estatales, es un problema individual que debe ser resuelto individualmente por los propios afectados, creen ellos.

Ahí la solución es la parrilla en la puerta, la fabricación de cerveza artesanal (como propuso otro ex ministro de la Nación) o la capacitación para el manejo de drones.

El trabajo de calidad no aparece en el menú propuesto a los desempleados de hoy.

La ministra les dice a los desempleados que son los responsables de su propia desocupación, que si les falta ingenio no es problema de las políticas económicas que deterioran la industria y resienten el consumo popular, principal impulsor de nuestra economía.

Mientras plantean una reforma laboral que apuntará a flexibilizar la condiciones de trabajo para los que aún tienen empleo formal, para los otros, para los que quedaron fuera del sistema de trabajo registrado la propuesta es la changa.

Y junto a la changa, el deterioro de la salud pública y de la educación, para que los hijos de los que hoy viven de changas no puedan ascender socialmente.

En la mirada del peronismo, el hijo del laburante va a la universidad y se hace ingeniero.

En la de Stanley, el laburante pone una parrilla en la puerta de su casa, para vender poco a sus vecinos también desempleados.




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