¿Qué
peronismo ganó el 27 de octubre? Podría ser la pregunta que disparara un
análisis con vistas al futuro al interior del peronismo. La primera respuesta
llegará rápido: ninguno. Ni los duros con el gobierno, ni los Macri Friendly.
Todos a la lona.
¿Cómo
se reconstruye ese archipiélago de derrotados (con algunas victorias muy
provinciales) con vistas a 2019? Es la pregunta que hoy no tiene respuesta. Hay
suposiciones, análisis, evaluaciones que continuarán desarrollándose durante
2018, para ver las relaciones de fuerza internas con vistas a la próxima
presidencial.
Supuse
entonces que una buena manera de iniciar la discusión es tratar de analizar qué
tiene cada uno de los actores de peso. Y de qué carecen.
Cristina:
Uso a
propósito su nombre en forma individual y no como espacio político. Cristina
tiene votos.
No
alcanzan para ganar una elección. Quedó claro el domingo pasado. Tal vez sea la
candidata con más votos del peronismo actual. Pero no ganará elecciones en el
corto plazo, es decir, 2019.
Lo dice
un peronista K, aclaro, adivinando las puteadas de mis compañeros, pero la
política no se hace con voluntarismo, ni con deseos que no contemplen las
limitaciones que la realidad nos impone. Se hace con voluntad, pero el
voluntarismo solo no alcanza. Digo esto, para repetir que Cristina tiene votos
que no le alcanzarán, y también tiene un liderazgo fuerte para ese porcentaje
de adhesiones que concita.
También
tiene una animadversión (puede que legítima) hacia algunos sectores del
peronismo no k.
¿Qué no
tiene Cristina? No tiene figuras taquilleras de reemplazo dentro de su espacio.
Su sombra no dejó crecer figuras alternativas que puedan sostener una
candidatura presidencial. El kirchnerismo, en cuanto a candidaturas
taquilleras, comienza y termina en Cristina.
El peronismo no K:
Englobo
aquí una serie muy heterogénea de actores políticos que sólo comparten su
identificación como “peronistas” y su resistencia al llamado “kirchnerismo”.
Una especie de archipiélago sin demasiados puentes, como dijo Mario Wainfeld
respecto de todo el peronismo.
El
peronismo no k también tuvo derrotas resonantes: los Macri Friendly Urtubey y
Schiaretti comieron el polvo de la derrota en Salta y Córdoba, respectivamente. En la provincia de Buenos Aires, Massa continúo perdiendo votos respecto de elecciones anteriores y Randazzo confirmó que posee un gran ego pero menos votos que el trostkismo.
La derrota no da credenciales para conducir al conjunto, máxime si no pueden
lograr apoyos fuera de sus provincias.
¿Qué
tiene el peronismo no k? Algunos gobernadores que lograron mantenerse
derrotando al macrismo en sus provincias, como Uñac en San Juan o Manzur en
Tucumán.
Tienen
también –en espejo con Cristina- una resistencia fuerte a ser conducidos por la
ex Presidenta. Los mutuos recelos, con o sin motivos, abundan. La imposibilidad
de prevalecer en la relación de fuerzas de una sobre otros, o viceversa, los
pueden hacer paralizantes, si el equilibro se mantiene 2019 no tendrá buena
cosecha. Lo bueno, es que todos lo saben.
Lo que
tampoco tiene el peronismo no k es un primus inter pares: un gobernador que
pueda derramar su liderazgo sobre el resto de sus pares, contrapesando la
figura de Cristina.
Como dijera
Jorge Capitanich (en el Chaco también perdió el peronismo): el kircherismo solo
no alcanza, pero sin él no se puede. Sin los votos k, el peronismo tampoco
llega. Ergo, no se puede prescindir de Cristina, aunque varios “gobernas” lo
deseen.
Lo
deseable, que en general no se concreta, sería una mutua cesión: que los
gobernadores acepten a Cristina en la mesa, y que esta entienda que debe
compartir la lapicera. Nadie tiene tanto peso político dentro del peronismo
actual como para sostenerla individualmente. La realidad le ha puesto
un límite a los manejos individuales.
La mesa
de los que tienen una porción de poder en el peronismo debiera buscar los
acuerdos para enfrentar exitosamente al macrismo en 2019. Pero será difícil que
en dicha mesa estén todos los que deben estar.
Cristina
debiera hacer algo, un gesto: desistir de toda candidatura para las próximas
elecciones. Sería un gesto –doloroso para quienes la apoyamos y valoramos- pero
necesario para buscar una salida electoral.
Los “gobernas”
no deberían tratar de quitar la silla de Cristina de la mesa chica. Ese debiera
ser el gesto en espejo.
¿Qué se
buscaría para 2019? Un candidato con potencial electoral de triunfo, que
sostenga un peronismo no virado hacia la derecha.
La
realidad demostró que los que propugnaban el peronismo blanco no tuvieron
respaldo popular: no los votaron los que resisten al modelo ni tampoco los que
acuerdan con él. Quedaron en un limbo. Repetir la experiencia con un candidato
presidencial de esa franja sería poco menos que suicida.
El
kirchnerismo y su minoría intensa son la garantía del no giro derechoso, tienen
poder de veto pero no de decisión unitaria.
La
verdad 21 del peronismo: el que pierde es un traidor, se vuelve inaplicable en
esta ocasión, donde perdieron (perdimos) todos. La ausencia de liderazgos en
pié (más allá del parcial de Cristina, enérgico y vigente pero parcial) es un
problema, pero también tal vez la ocasión de comenzar la construcción de cero.
Desde el piso, buscando nuevas formas para un movimiento que no ha estado a la
altura de los nuevos desafíos que le plantea la realidad.
¿Tolerará
el peronismo modernizar sus esquemas partidarios, organizativos, de liderazgo?
¿O preferirá seguir el camino del radicalismo por aferrarse a esquemas que
parecen (remarco, parecen) no dar respuestas a los nuevos desafíos?.
Comentarios