Abel Fernández en su prestigioso Blog de Abel publica un artículo de Guido Cordero y algunas reflexiones personales. Ambas pueden ser leídas aquí.
Me sumo al diálogo entre ambos, compartiendo la lucidez de los planteos de Guido y de las reflexiones de Abel, con quienes comparto algunas cuestiones pero disiento en otras.
Mi reflexión luego de la lectura del artículo de Guido y los comentarios de Abel, es la siguiente:
Me sumo al diálogo entre ambos, compartiendo la lucidez de los planteos de Guido y de las reflexiones de Abel, con quienes comparto algunas cuestiones pero disiento en otras.
Mi reflexión luego de la lectura del artículo de Guido y los comentarios de Abel, es la siguiente:
Leí el
artículo de Guido, también como peronista bonaerense (vicepresidente del PJ en
Laprida, la ciudad donde nació Michetti pero hace una década gobernamos los
peronistas) me gustaría hacer algunas respetuosas aseveraciones.
Comparto
la idea de que la unidad de los distintos sectores peronistas es una ilusión,
de difícil concreción, que será difícil articular un trabajo que exceda lo
coyuntural. No obstante, la dificultad no nos exime como militantes de
enfrentar la tarea.
Creo
que el artículo contiene afirmaciones lúcidas pero se le escapan algunos
hechos. Si bien los oficialismos son los que “pierden” las elecciones
nacionales, esa derrota no se da en cualquier momento: se da cuando la
oposición “logra” algo. Es decir, pienso que las derrotas oficialistas se dan
en contextos favorables que conjugan errores oficialistas y aciertos
opositores.
La
pelea Menem-Duhalde y los 10 años de neoliberalismo pueden haber sido el “aporte”
a la derrota del entonces oficialismo, pero se conjugó con la conformación de
la Alianza (que luego sería un fiasco pero en el momento de su articulación se
constituyó en una luz de esperanza).
Lo
mismo ocurrió en 2015: al cansancio por la década K se sumó que el macrismo
logró articular un frente que incluyó la estructura de la UCR y a Carrió, entre
otras fuerzas menores. Sería política-ficción pero el triunfo de Macri por una
ventaja del 3 % sobre Scioli, tal vez no hubiese ocurrido sin la confluencia de
la estructura y los residuales votantes radicales, entre otros.
Respecto
de la fracción peronista en todo gobierno, Cambiemos también la tiene. Tal vez
no en figuras de peso a nivel nacional, pero sí en las segundas líneas (Monzó,
por ejemplo) y en abundante cantidad en las segundas líneas de todos los
ministerios de los gobiernos nacional y bonaerense.
La
diversidad ideológica del peronismo, los intereses de sus dirigentes, la antigüedad
y riqueza del movimiento han hecho (y harán) que peronistas haya en todos los
gobiernos, con lo cual no es un tema que pueda frustrar una articulación
política. Lo que hay que sumar, coincido con Abel, es los votantes de los
distintos sectores peronistas (los pobres que votaron a CFK, los de origen
trabajador pero en mejor situación económica actual, que votaron al Massismo o
al Randazzismo, entre otros).
Guido dice
que las oposiciones esperan el momento de la caída del oficialismo “atomizándose
y procurando mantener a su alrededor la mayor cantidad de voluntades posibles”.
Respecto del segundo aspecto (el procurar mantener la mayor cantidad de
voluntades) es lógico que sí, pero retorno a ejemplos anteriores para descreer
de la atomización: Cambiemos fue un agregado, no una atomización; la Alianza en
1997 también sumó en lugar de atomizar.
Por
supuesto que estas afirmaciones no contradicen lo central del artículo de
Guido. La ilusión de una articulación política que pueda derrotar al macrismo
en 2019 todavía es sólo eso, una ilusión.
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