Cuento. “A qué hora llegás?” el mensaje sale de su iPhone, blanco, impecable, pero no recibe respuesta, apenas las dos tildes se pintan de celeste, lo que significa que Ernesto, su esposo, lo acaba de leer. Pero no se molesta en responder. Nunca se molesta en responder. A ella le preocupa que la carne está en el horno, pasándose. Berta, su doméstica, le dio precisas indicaciones de cuánto tiempo debía estar al fuego. Ese tiempo ya está excedido. La carne va a secarse, piensa ella. Berta, su doméstica, fue clara. Le dice “doméstica”, ni empleada ni “chica-que-trabaja-en-casa”. Le dice doméstica, sin el verbo “trabajadora”, sólo el adjetivo. Su iPhone suena. No es Ernesto, lo sabe con sólo escuchar el sonido de la notificación. Ernesto, Nico y su madre tienen ringtones especiales, el whatsapp que acaba de entrar no es de ninguno de ellos. Mira el celular: es una de las chicas del grupo “chicas”: “Qué les parece?” pregunta Mercedes y a los pocos segundos llega ...
Notas de política, sociedad y cultura.