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Clientelismo Político: un fenómeno político social se transformó en un adjetivo descalificativo.

Este es el prólogo que el periodista Mario Wainfeld escribió para mi libro "De políticos, punteros y clientes", publicado en 2007 por Espacio Editorial.


"Cuando un vocablo acunado en las ciencias sociales es adoptado por el lenguaje común o el mediático, todo cambia. La popularización es, en algún sentido, un estadio superior pero también una zona de riesgo. La palabra “clientelismo”, meneada por comunicadores y políticos de toda laya, hizo esa transición y los resultados, en promedio, son decepcionantes. Un fenómeno político-social (con su necesaria mochila de complejidad, distintos colores locales, mutaciones por razones de tiempo y de lugar)  se transforma en un adjetivo (des)calificativo, un mote que dispensa al emisor de las obligaciones de explicarse o aún de pensar.

                “Las palabras son instrumento de lucha” --propone el autor de este libro— “los actores saben de qué hablan cuando usan los vocablos corrupción o clientelismo en la lucha política”. En muchos casos quienes luchan lo hacen en un ring que no les interesa. Ese desinterés básico se trasunta en su verba que, al decir “clientelismo”, quiere expresar es una relación maciza, poco interesante, entre sometidos y captores, gentes ambas que no les agradan y que no desean frecuentar. Pablo José Torres, más vale, no comparte esa mirada, a la vez autoconfortante y perezosa. El clientelismo merece ser estudiado, desmenuzado, analizado teóricamente y a través de estudios de campo. Y allá va nuestro autor, ampliando una huella no tan transitada que han ido abriendo otros sociólogos jóvenes como Javier Auyero y Denis Merklen.

               Torres se preocupa por definir teóricamente al clientelismo, “una forma de aprovechamiento privado de lo público”, en diferenciarlo conceptualmente de la corrupción, sin dejar de lado sus estrechos lazos. Apelando como suele hacer a referencias académicas interesantes, se permite recordar a los banalizadores del clientelismo (políticos o divulgadores de clase media) que el fenómeno no se circunscribe a las clases populares. Echando mano a un jugoso texto de Emilio Tenti Fanfani recuerda (para muchos seguramente devela) que hay clientelismo para otras clases sociales, más generoso, más costoso en términos de recursos públicos que el que (valga la expresión) se focaliza en los pobres.

               Ya que de citas hablamos, los autores que presiden los capítulos de este libro son bastante misceláneos, agrupándolos la constante de tener un pensamiento crítico. Esa es la marca de Torres quien, “bajando” a los barrios o “subiendo” a la teoría social, siempre está debatiendo con alguien. Con sentidos comunes perezosos, con pontificadores que jamás han visto a su objeto de estudio o de representación.

               El clientelismo es, para Torres, una degradación de la vida democrática y un testimonio de la crisis de representación. También un cedazo de relaciones personales, de cien tonos de gris. Testimonios recogidos por él mismo o por otros investigadores que pisaron el barro, reflejan un mundo misceláneo de dirigentes y ciudadanos manipulados que no contradicen pero sí complejizan el marco teórico. La mirada del autor nada tiene que ver con el miserabilismo de quienes se conduelen por los clientes sin haberse mezclado nunca con ellos. Tampoco es piadosa ni complaciente pero sabe ver, escuchar, reseñar, sistematizar. No es función del prologuista aconsejar fracciones de un libro que se recomienda in totum, pero valga decir que si hubiera que resaltar un párrafo que pruebe cuán sugestivo es este texto, elegiría el del capítulo III en el que Torres describe a los punteros Rolo y Mercedes (peronista y radical) como personas accesibles, amables, que dialogan con cualquiera en la calle. Ese relato, que enhebra testimonios recogidos por él mismo, se connota con una referencia útil para entender que esos vínculos amigables, a fuer de disimularla, acentúan la dominación.
              
               Torres dice ser alguien que milita y aspirar a que la lectura de su obra deje más preguntas que respuestas. Las deja, como ocurre con todo trabajo que incursiona en un territorio vasto y asume la limitación de su abordaje. Inscripto, a su modo generacional, en la tradición del ensayo libre, munido de buenas lecturas y revelando haber visto con sus ojos aquello que pensó con su cabeza Torres sin duda ayudará a abrir la del lector.

               Un prólogo, categorizaba Borges que escribió muchos y buenos, puede ser una forma subalterna del brindis o una especie lateral de la crítica. En cualquier caso, agrega el firmante de estas líneas,  debe ser breve. Y no tiene porque dejar de proponer un módico brindis y haber insinuado una halagüeña crítica a un libro que no es el fin de ninguna historia ni de ninguna controversia pero sí un aporte honesto, comprometido y fundado para un tema que suele ser tan mal tratado como las clases populares".
                                   

Mario Wainfeld §
Buenos Aires, abril de 2006.


§ MARIO WAINFELD es Abogado, recibido en la UBA. Cursó un postgrado en Ciencias Políticas en la Universidad de El Salvador. Fue docente de las Universidades de Buenos Aires, Lomas de Zamora y de El Salvador. Fue creador y, en su segunda etapa, director de la Revista UNIDOS. Actualmente se dedica al periodismo. Es columnista de Pagina/12 (escribe notas de opinión sobre Política Nacional) y conduce el programa “Mario de Palermo” por Radio de la Ciudad (AM 1110).

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