El conurbano, si se sabe de él sólo lo que dicen los grandes medios, es un lugar oscuro y monstruoso. El estereotipo de los medios se derrumba -como en casi todas las cosas- cuando se lo conoce. Pablo Ramos, nació allí, en la zona de Avellaneda, hace medio siglo. Es un excelente narrador de ese lugar geográfico en la época de su niñez y adolescencia. Tiene descripciones tan precisas como bellas.
Aquí les transcribo la descripción de su casa, y de cómo se fue construyendo. Una familia laburante que hace su casa en el terreno de los padres, compartiendo terreno con su hermano, y con las sucesivas modificaciones de la vivienda a partir de cómo se va agrandando la familia.
La descripción es muy buena para observar algunas cuestiones que se viven en el conurbano bonaerense: la dificultad de acceder a terrenos, la necesidad de construir en los fondos de las casas de los padres, las dificultades de construir sin plata con mano de obra que no sabe de albañilería...
Aquí está -de forma más talentosa- la descripción que Pablo Ramos hace en uno de los relatos que componen su excelente libro "El origen de la tristeza":
"Cuando papá y mamá se casaron, la casa que hasta entonces había sido de la abuela se dividió en dos. La parte de adelante, salvo la habitación y el vestíbulo donde vivía la abuela, quedo para el tio Alfredo y su novia, la que después sería la tía Laura. Y la parte del fondo quedó para papá y mamá, con un patio lateral al aire libre común a todos. Como no tenían plata para pagar albañiles, papá y tío Alfredo decidieron construir ellos mismos. Se pusieron a tirar y levantar paredes hasta que consiguieron la distribución más equitativa posible. Pero los hijos no tardaríamos en llegar, e iban a ser necesarias nuevas reformas.
Aquí les transcribo la descripción de su casa, y de cómo se fue construyendo. Una familia laburante que hace su casa en el terreno de los padres, compartiendo terreno con su hermano, y con las sucesivas modificaciones de la vivienda a partir de cómo se va agrandando la familia.
La descripción es muy buena para observar algunas cuestiones que se viven en el conurbano bonaerense: la dificultad de acceder a terrenos, la necesidad de construir en los fondos de las casas de los padres, las dificultades de construir sin plata con mano de obra que no sabe de albañilería...
Aquí está -de forma más talentosa- la descripción que Pablo Ramos hace en uno de los relatos que componen su excelente libro "El origen de la tristeza":

La pieza que compartíamos con mi hermano se hizo sacándole casi todo el espacio a la cocina, por eso teníamos una ventana que daba a la mesada. La cocina había quedado tan angosta que, asomados a la ventana, Alejandro y yo podíamos agarrar cualquier cosa, hasta lo que había adentro de la heladera.
Al año de haber nacido Julia nuestra pieza tuvo que ser divivida en dos partes para hacer la suya. Papá simplificó la construcción al máximo y levantó una sola pared, dejando media ventana para cada lado. Y si dormir en una pieza con media ventana que da a una cocina es algo que suena raro, peor era que la de papá y mamá ni siquiera tuviera ventana, y su única abertura fuera una puerta doble que daba directo a la nuestra. Así que, para poder entrar a su habitación, ellos tenían que pasar por la nuestra. También para ir a la de Julia. Para ir de nuestra pieza al baño había que pasar por el comedor, y para ir desde la de papá y mamá, había que ir primero a nuestra pieza y luego al comedor. Un comedor que en la época de los abuelos había sido una galería, y que tenía por techo un toldo de aluminio donde la lluvia, por mas finita que fuera, sonaba como la tormenta del fin del mundo".
(Pablo Ramos. Fragmento de "El estaño de los peces" incluido en el libro "El origen de la tristeza").
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