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"Olavarría, Argentina" - Capítulo 9


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Segunda Parte: Oulu, Finlandia

Capítulo 9
Jaakko apenas superaba los cincuenta años de edad. Podría decirse que se mantenía en buen estado de salud, seguramente el Konkekorva ya haría sentir sus efectos pero aún eran imperceptibles. Ni en su físico, ni en la vida cotidiana (si olvidáramos el fatídico episodio de la huida de Aada) ni en los análisis clínicos que con puntualidad finlandesa le ordenaba realizarse su colega, la médica clínica Helenna Ilkka.
Sus largas jornadas transcurrían en el consultorio del Hospital o en las visitas a sus pacientes domiciliarios que realizaba en su bicicleta Tunturi en primavera y verano o en su nuevo automóvil: la coupé Volvo 740 que conducía en los largos meses fríos. Los fines de semana recorría con su bote las islas del norte de la bahía de Botnia o pasaba tardes enteras caminando por los senderos del Geoparque de Rourka. Nadie diría que tenía una vida sedentaria, ni que pronto empezaría a sentir un cansancio poco habitual para alguien de su edad.
Le costó advertirlo, pese a que su profesión le proveía las herramientas para hacerlo precozmente, Jaakko casi imperceptiblemente, incluso para él mismo, cayó en el sedentarismo más profundo. Redujo paulatinamente las horas de caminata o de remo en su bote, abandono por completo sus juegos de béisbol semanales en el Mustapekka, el moderno estadio que para ese deporte posee la ciudad de Oulu. Allí Jaakko y un grupo de amigos de la época universitaria cumplían el ritual de jugar pesäpallo, el muy apreciado béisbol finlandés, todos los miércoles, desde hacía al menos tres décadas.
Pronto al cansancio casi permanente, Jaakko agregó cierta dificultad en concentrarse mientras atendía a sus pacientes e incluso en las tareas más cotidianas, como la lectura del periódico. Comenzó a aumentar de peso y finalmente sintió un severo ardor al orinar. En casa de herrero, cuchillo de palo advierte el proverbio castellano, desconocido en Oulu, pero el médico Jaakko recién consultó a su colega Helenna cuando todos estos síntomas eran más que evidentes. En cualquiera de sus pacientes lo hubiese detectado fácilmente, pero en su propio cuerpo no logró percibirlo. Las recomendaciones sobre la importancia del diagnóstico precoz con las que taladró los oídos de sus pacientes durante décadas no surtieron efecto en sí mismo.
            -Te has pasado de Konkekorva, Jaako Tarkka –lo amonestó seriamente la médica Ilkka.
El ceño fruncido indicaba que su colega estaba realmente preocupada.
Jaakko apeló a sus saberes para descartar que su rápidamente deteriorado estado físico tuviera algo que ver exclusivamente con el vodka, bien sabía que la mono-causalidad es altamente infrecuente: el vodka podría ayudar a desarrollar varias enfermedades pero no sería la causa única, justificó Tarkka. La doctora Ilkka simuló aceptar las excusas de su colega y paciente, pero ordenó una completa batería de estudios: análisis de sangre, orina y ecografía de riñones.
Jaakko advirtió que en la prescripción estaba el germen del diagnóstico: Helenna desconfiaba del normal funcionamiento de sus riñones. La prueba de creatinina y la de tasa de filtración glomerular fueron suficientes para que lo derivara a otro de los colegas del Hospital Universitario: el nefrólogo Aleksi Ahde.
Cuando concluyeron que el diagnóstico probable era una insuficiencia renal, Jaakko se deprimió rápidamente. Ni siquiera se había percatado aún de que debería quedarse en la soledad de su casa, sin poder disfrutar de la tibieza primaveral que se acercaba, sin la contención que le prestaba el Konkekorva.
Sin vodka conciliar el sueño de cada noche se tornaba una proeza.
La médica Illka anoticiada de la tardanza en la consulta al nefrólogo tomó las cosas en sus manos: arrastró al nefrólogo Aleksi hasta la casa de Jaakko, lo obligaron a contratar a la enfermera Katri, y el nefrólogo indicó iniciar sin dilaciones el tratamiento de diálisis. Ni Helenna ni Katri se molestaron nunca en escuchar las protestas de Jaakko, que vaya si las manifestó, y a viva voz.
Cada mañana la enfermera lo cargó, no sin reproches furibundos por parte del enfermo, en el asiento del acompañante del Volvo 740 y condujo hasta el centro de diálisis del Oulun yliopistollinen sairaala. Mientras la salud de Jaakko se deteriora, la presencia de Katri y su voz de mando fueron la causa de que la depresión cediera lentamente.
Jaakko, sentado frente a su ventana, mira pasar los vehículos sobre la calzada cubierta de nieve. El nefrólogo Aleksi Ahde acaba de incluir su nombre en la lista de espera para un trasplante renal. Jaakko no necesita que Aleksi le diga que la espera será larga: hay más necesitados de un riñón que donantes, pero está dispuesto a esperar con paciencia, o mejor dicho con resignación.
Katri le sirve el desayuno en una pequeña bandeja. Jaakko no suele levantarse de su poltrona frente a la ventana, se distrae viendo los transeúntes o mirando los partidos del béisbol finlandés en el televisor de la sala, ninguna otra actividad lo seduce.
Katri observa el paulatino deterioro.
Es ella la que mientras mira un documental de la Yle TV1 escucha de la existencia de un “turismo de trasplantes”.
Es ella la que, sin hablarlo con Jaakko Tarkka, arrastra con su obstinación a la médica Helenna hasta el consultorio del nefrólogo Ahde, para consultar su opinión.
Ahde desconfía de la idea. Turismo de trasplantes, vaya nombre.
Le disgusta, pero sabe que apenas un seis por ciento de quienes necesitan trasplante de riñón en Finlandia lo obtienen esperando pacientemente a que llegue su turno en la lista. Plantea objeciones médicas, de salud, éticas y morales. Lo hace porque no es él quien está enfermo, si lo fuera, o su hijo, guardaría sus objeciones en lugar de expresarlas en voz alta, retruca Katri, esa molesta enfermera.
No obstante, comprar un riñón en un “atrasado” país del tercer mundo no le parece una alternativa válida desde ningún punto de vista.
La pragmática Katri lo pone en un dilema de difícil resolución:
            -¿Tiene una mejor opción, doctor? –la pregunta de la enfermera desarma a Ahde.
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El Capítulo 10 lo publicaremos el viernes 17 de mayo. Si querés recibirlo por correo electrónico, agregá tu mail en “SEGUIR”. Los anteriores capítulos los encontrás acá. 

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